
Duración: 170 minutos
Director: Radu Jude
Guion: Radu Jude
Reparto: Adonis Tanța, Gabriel Spahiu, Oana Mardare, Șerban Pavlu, Ilinca Manolache, Alexandru Dabija, Andrada Balea, Lukas Miko, Alexandra Harapu, Alina Șerban, Karina Ziana Gherasim

La película Drácula dirigida por Radu Jude se presenta como una obra de sátira y drama que revisita el mito clásico del vampiro desde una perspectiva contemporánea y rumana. La narrativa, situada en la región de Transilvania, no busca únicamente el terror tradicional, sino que combina elementos de comedia, reflexión social y crítica cultural, ofreciendo un retrato multifacético de la leyenda más famosa de Europa del Este.
Jude, conocido por su estilo audaz y subversivo, convierte esta adaptación en un espejo de la sociedad actual, usando la figura de Drácula como un vehículo para explorar tensiones históricas y culturales. Su enfoque satírico y, a veces, absurdo, desafía la seriedad con la que normalmente se aborda el mito vampírico, permitiendo que la historia se sienta fresca y provocadora.
El protagonista, interpretado por Adonis Tanța, encarna a Adonis, un personaje que se mueve entre lo mundano y lo fantástico, sirviendo como punto de entrada del espectador a este mundo híbrido de realismo y leyenda. Su interpretación logra un equilibrio entre la inocencia y la inquietante aura que impregna la narrativa, destacando como un hilo conductor que sostiene la historia a lo largo de sus extensas casi tres horas.
Gabriel Spahiu y Oana Mardare, junto con Șerban Pavlu, completan un elenco que combina talento experimentado con nuevos rostros, generando dinámicas sorprendentes entre los personajes. Cada actor aporta una textura diferente al relato: mientras algunos encarnan la tradición y la historia, otros representan la modernidad y el cuestionamiento crítico del mito.
El guion, escrito por el mismo Jude, despliega un ritmo deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión y el humor se desarrollen de manera orgánica. La obra se centra menos en los sustos convencionales y más en las interacciones humanas, los diálogos cargados de ironía y los choques culturales que surgen al confrontar la leyenda con la vida contemporánea.
Uno de los elementos más notables de Drácula es su fotografía, a cargo de Marius Panduru, que captura los paisajes de Transilvania con un ojo para la monumentalidad y el detalle. Desde las fortalezas medievales en Sighişoara hasta los rincones urbanos de Bucarest, cada escena está compuesta con un cuidado estético que subraya la atmósfera gótica, pero al mismo tiempo contemporánea, del filme.
La dirección de Jude se percibe en su manera de combinar lo grotesco con lo poético. Escenas que podrían parecer absurdas o exageradas revelan capas de significado cuando se observan con atención. La película juega constantemente con la ambigüedad, dejando al espectador decidir si lo que ve es una crítica mordaz, una farsa o un homenaje a la cultura popular.
La música, creada por Wolfgang Frisch, Hervé Birolini y Matei Teodorescu, complementa de manera efectiva la atmósfera ambivalente de la película. Temas que mezclan lo clásico con lo experimental acompañan los cambios de tono, reforzando tanto la tensión dramática como los momentos de comedia negra. Este uso de la banda sonora enfatiza la dualidad de la obra: entre lo serio y lo ridículo, entre lo histórico y lo contemporáneo.
El montaje de Cătălin Cristuțiu juega un papel crucial en la manera en que se percibe la narrativa. Las transiciones entre secuencias cómicas y dramáticas son fluidas, evitando que el cambio de tono resulte abrupto o desconcertante. Esta elección estilística permite que la película mantenga una cohesión interna, pese a su larga duración y su estructura episódica.
La película no sólo se limita a reinterpretar la figura de Drácula, sino que también reflexiona sobre la identidad cultural rumana y su relación con el mito global. Jude introduce referencias a la historia, la política y la economía de la región, creando un trasfondo que añade profundidad a lo que podría haber sido una simple historia de vampiros.
Adicionalmente, el filme plantea una mirada crítica sobre la percepción occidental de Transilvania y de los vampiros, usando el humor y la exageración para cuestionar estereotipos y clichés. Al hacerlo, Drácula se transforma en un comentario meta-cinematográfico que reflexiona sobre la construcción de mitos y cómo estos son consumidos por audiencias de todo el mundo.
Las interpretaciones secundarias, incluyendo a Lukas Miko como Baron Wirth y a Oana Maria Zaharia como Vampira, enriquecen la obra al ofrecer perspectivas contrapuestas dentro del mismo universo. La interacción entre estos personajes refuerza el tono satírico y permite explorar la historia desde distintos ángulos, combinando tensión y comedia de manera efectiva.
El guion, además de su carga cómica, incluye momentos de introspección que hacen que la película trascienda el mero entretenimiento. Las conversaciones entre los personajes sobre tradición, poder y modernidad ofrecen al espectador oportunidades de reflexión sobre la relevancia de los mitos y su persistencia en la cultura contemporánea.

Jude logra mantener el interés durante los 170 minutos gracias a un equilibrio cuidadoso entre diálogo, acción y exploración visual. La película nunca se siente monótona, a pesar de su duración, gracias a la riqueza de detalles en la ambientación, la complejidad de los personajes y el ritmo controlado de la narrativa.
Uno de los aspectos más llamativos de Drácula es su capacidad para alternar entre lo absurdo y lo sublime sin perder coherencia. Escenas que podrían parecer caricaturescas adquieren significado profundo cuando se observan en el contexto de la película. Esta dualidad es una de las características que define la obra de Radu Jude y que la hace memorable.
La sátira política y social que permea el filme se presenta con sutileza y agudeza. Jude no necesita explícitamente denunciar situaciones contemporáneas, sino que las insinúa a través del comportamiento de los personajes y sus interacciones. Esto convierte la experiencia en un juego interpretativo que involucra activamente al espectador.
El impacto visual de las locaciones en Transilvania, desde castillos hasta paisajes rurales, contribuye a la construcción de un mundo creíble y fascinante. Cada lugar escogido refleja la historia y la cultura rumana, mientras que simultáneamente ofrece un escenario perfecto para la exploración del mito de Drácula de manera contemporánea.
La comedia surge no sólo de los diálogos, sino de la confrontación constante entre la mitología clásica y la vida cotidiana moderna. Esta yuxtaposición genera situaciones inesperadas y a menudo hilarantes, reforzando la idea de que los mitos pueden ser reinterpretados sin perder relevancia.
Además, el filme explora la relación entre lo legendario y lo humano, mostrando a Drácula y otros personajes míticos con emociones, dudas y contradicciones. Esta humanización permite que la historia sea accesible y que los conflictos internos de los personajes resuenen con la audiencia.
La recepción en festivales internacionales, desde Locarno hasta Sitges y Nueva York, indica que la película ha logrado conectar con públicos diversos. Su nominación al Leopardo de Oro y su participación en múltiples secciones de festivales muestran que Drácula es reconocida tanto por su valor artístico como por su originalidad.
El enfoque de Jude es experimental y audaz, recordando la estética de cineastas independientes que desafían convenciones. Su amor por Ed Wood se refleja en la forma en que abraza lo kitsch y lo imperfecto, convirtiendo estas características en fortalezas narrativas y estéticas.
El filme también invita a reflexionar sobre la naturaleza de la comedia en contextos de horror y cómo el humor puede intensificar la tensión dramática en lugar de disminuirla. Esta combinación de géneros enriquece la experiencia del espectador, ofreciendo una obra que es tanto entretenida como intelectualmente estimulante.
En términos de construcción de personajes, cada intérprete aporta matices que permiten múltiples lecturas de sus motivaciones. Esto convierte a la película en un texto complejo, abierto a interpretaciones y discusiones sobre la interacción entre mito, historia y contemporaneidad.
El estilo narrativo de Jude se caracteriza por pausas calculadas y silencios que generan expectativa, acentuando la importancia de cada gesto y cada mirada. Estos elementos, junto con la escenografía y el diseño sonoro, crean una experiencia inmersiva que trasciende la pantalla.
La película también examina la tensión entre la modernidad y la tradición, mostrando cómo las creencias antiguas y las estructuras de poder se adaptan y sobreviven en un contexto contemporáneo. Este tema central resuena no solo en Rumania, sino en cualquier sociedad que lidia con su propio pasado histórico.
El humor de la película no es superficial, sino que se entrelaza con la crítica social y política, invitando al espectador a cuestionar lo que se da por sentado. Esta combinación de risa y reflexión genera una experiencia cinematográfica compleja y gratificante.
La obra es un ejemplo destacado de cine europeo contemporáneo que combina sátira, drama y exploración cultural. Jude logra mantener la coherencia de su visión artística, mientras ofrece un comentario perspicaz sobre la persistencia de los mitos y su reinterpretación en el mundo moderno.
En conclusión, Drácula de Radu Jude es un filme que desafía convenciones y expectativas. Su mezcla de comedia, drama y sátira, sumada a actuaciones sólidas, fotografía cuidada y dirección experta, lo convierte en una obra imprescindible para quienes buscan una reinterpretación inteligente y provocadora de un mito clásico.
La película no sólo entretiene, sino que invita a la reflexión sobre la identidad, la historia y la forma en que las leyendas se reinventan para resonar con audiencias contemporáneas. Su originalidad y audacia estética aseguran que permanezca en la memoria del espectador mucho después de que termine la proyección.
Y es en esta combinación de respeto por la tradición y voluntad de innovación donde Drácula alcanza su máximo impacto, ofreciendo un viaje cinematográfico que es tan divertido como intelectualmente estimulante. La obra se convierte así en un homenaje al mito, a la cultura rumana y al cine mismo, dejando una impresión duradera en quienes se aventuran a explorarlo.
